Todas las personas que navegamos en el mundo del trabajo, somos bastante conscientes que para permanecer vigentes, hemos de convertirnos prácticamente en “multitasking”, que en ocasiones no es precisamente una posición eficiente y productiva, pero muchas circunstancias nos orientan a esta forma de gestionar el tiempo, tratando de estar pendientes y de resolver muchas cosas a la vez.
El telón de fondo es en buena parte -con un ingrediente de estrés permanente- el sentido de desarrollar una alta productividad y el afán de logros, de cumplir las metas. Si a esto se agrega que la mayor parte de personas sentimos pasión por lo que hacemos, es decir, que nos encanta el trabajo que desarrollamos, fácilmente podremos ser presa de dedicarle más tiempo al trabajo, con todo y que estamos en mundo donde la competencia aumenta y al mismo tiempo el consumidor ha ido empoderándose y haciéndose más exigente, porque tiene más voz, oferta y expectativas.
Siendo más feliz y productivo
Y en todo este trajín ¿cómo encajamos a la familia, sabiendo que para la mayoría de personas, es lo más importante de la vida? Reconociendo en primer lugar que quienes logran conciliar el trabajo con la familia, son personas más felices y por tanto más productivas. Una ruta lógica es luchar por trabajar para vivir y para la familia en lugar que al revés. Como punto de partida, puede servir hacer un plan de vida, es decir, una descripción de todas las actividades que hacemos y las que debemos hacer en forma de horario, algo así como elaborar un presupuesto. El reto acá es que esto pase de la teoría a la práctica. Esto supone una disposición de luchar por alcanzar el horario planeado.
Exige retos tan sencillos -aparentemente- como por ejemplo, irnos a dormir a la hora prevista, porque generalmente la hora de despertarse no perdona; también retos más complejos como trabajar con tanta intensidad y dedicación como seamos capaces, organizarnos para ser más productivos y eficientes en el menor tiempo posible, luchar por delegar todas las tareas del trabajo como podamos, organizar muy bien las salidas que requieran nuestras labores, considerar cómo aprovechar el tiempo en el automóvil para que el tráfico no sea un factor de deficiencia, como por ejemplo, aprovechar las aplicaciones del teléfono móvil para escuchar libros de interés personal y profesional, incluso aplicaciones con temas interesantes de formación familiar, de educación de los hijos, de mejora cultural; promover que las reuniones de trabajo no sean extensas; poner límites al tiempo que dedicamos para revisar y actualizar nuestras redes sociales, etc.
Todas estas realidades del mundo del trabajo se hacen más enriquecedoras, en una época en que la humanidad se han privilegiado con el aporte creciente del trabajo y talento de la mujer, ya que hoy día hay más mujeres en el trabajo profesional fuera de casa, lo cual amerita por su parte un nuevo desempeño del hombre casado y padre de familia; la dinámica del matrimonio, el hogar y la educación de los hijos merecen un nuevo equilibrio con estas realidades patentes, desde compartir las tareas, organizar el presupuesto y el tiempo libre para que sea de gran calidad; algo esencial en esta realidad es el esfuerzo de vivir momentos de convivencia personal -la salida semanal matrimonial no puede faltar- la educación uno a uno de los hijos y además, dedicar tiempo a la lectura, al deporte, a la espiritualidad, al trabajo de solidaridad.
Finalmente, no podemos obviar que la nueva generación de millennials, que no tienen horarios fijos ni estándares tradicionales de jornadas de trabajo, que trabajan por proyectos, que se mantienen conectados al internet y aplicaciones 24 horas al día, deben también encontrar un balance familia-trabajo dentro de esta flexibilidad que el mundo del trabajo les permite.
Por: Carlos Melgar
Director Ejecutivo de Colegios APDE